Escrito por: Alberto Piernas
En el mundo existen pocas reliquias tan peculiares como el Diente de Buda de Sri Lanka, pieza angular de una de las leyendas más apasionantes de la antigua Ceilán.
En la ciudad de Kandy, situada en el corazón de Sri Lanka, el Sri Dalada Maligawa atrae a miles de turistas anuales con tal de desafiarles a descubrir uno de los símbolos más famosos del budismo a lo largo de nuestra visita por la Lágrima de la India: el famoso Diente de Buda de Sri Lanka, uno de los vestigios que Gautama Buda legó hace casi 2500 años.
Tras la muerte de Buda en el año 483 a.C., sus discípulos, los Arahanths, recogieron de entre sus cenizas cuatro dientes caninos que repartieron entre cuatro territorios diferentes: el basto paraíso del dios Sakra, los dominios del rey Gandhara, en Pakistán, el territorio de los Nagas y, finalmente, un cuarto destinado al rey de Kalinga, reino situado al este de la India.
La leyenda asegura que aquel que poseía uno de los caninos tendría el poder sobre su territorio, por lo que la contienda por el diente que poseía Kalinga no se hizo esperar. Fue este el motivo por el que, alrededor del siglo IV d.C., el rey Guhasiva de Kalinga se vio obligado a enviar el diente a otro lugar donde poder esconderlo, concretamente a Sri Lanka, isla en la que el budismo recién comenzaba a instaurarse.
De este modo, el rey entregó el diente a la Princesa Hemamali, quien camufló la reliquia entre sus cabellos a modo de motivo ornamental. Acompañada del Príncipe Danta, ambos abandonaron la India en la desembocadura del Ganges hasta alcanzar las costas del norte de Sri Lanka, donde el rey de Anuradhapura, por aquel entonces primera capital de la isla, ocultó el diente.
Durante los siglos siguientes el diente circuló por diversas ciudades, entre ellas Polonnaruwa o Gampola, con tal de protegerlo de las constantes invasiones que pretendían hacerse con la reliquia. Fue durante la llegada de los portugueses en 1505 cuando los custodios del diente descubrieron que, posiblemente, este debía ser oculto en un lugar aún más secreto, de ahí que este fuese escondido en la ciudad de Kandy, situada entre altas montañas y plantaciones de té.
Con el paso de los años, y especialmente tras las buenas relaciones entre los locales y los conquistadores holandeses, ambos grupos colaboraron para impulsar la construcción de un templo de tres dependencias al que bautizarían como el Dalada Maligawa.
Actualmente, el Templo del Diente de Buda de Sri Lanka es uno de los grandes highlights a nuestro paso por Kandy, donde la reliquia es mostrada durante tres veces diarias, entre redobles de tambores y colmillos de elefantes custodiando una vitrina que juega al despiste con el visitante al no mostrar explícitamente la reliquia.
Como guinda, el mejor momento para visitar la ciudad de Kandy recae en el mes de agosto, momento en el que el famoso Festival de Esala Perahera se compone de elefantes ornamentados y bailarines locales que custodian el Diente de Buda de Sri Lanka por las calles de Kandy, cuya existencia aún es carne de debate para historiadores, turistas y curiosos.