Comienza un nuevo año y, con él, las ganas de volver a retomar nuestras historias. De añadir un capítulo aún más potente e inspirador. Bajo esta premisa, el equipo de Sociedad Geográfica de las Indias te invita a anotar sus sugerencias para viajar, con la memoria y la esperanza como mejores herramientas.
Pablo Pascual (Director de SGI): A Rajastán
El profundo Rajasthan es un dibujo imposible: bajas hasta el cielo y asciendes hasta el fondo. A estas alturas el color, por sí mismo, ya no me impresiona. Tampoco la desnudez de la aridez. Quizá lo único que todavía hace que me sienta perdido es ese aluvión de vida. La sensación de estar en medio de la nada y a la vez, en la aorta del Planeta. Pero cuando a ese fondo de cálido y eterno color tierra le disparan cañones de color y torrentes de vida, entonces, al cerrar los ojos es cuando te quieres perder, perdón, quise decir quedar, que uno ya no sabe si Rajasthan es un estado administrativo o emocional.
Marina Trachta (Responsable de Asesoría de Viaje): A la India sencilla de Jawai
Si mañana mismo pudiera retomar mi faceta viajera, sin duda, mi destino sería Rajastán. Y en concreto una zona, en el centro del estado, donde el “regreso” a India sería total…. En Jawai, permanece la India Eterna; esa India rural en que la vida discurre lenta y sencilla y cuyos paisajes cambian de manera súbita y sublime cuando el monzón comienza a caer. Y pasa de un paisaje árido, en la estación seca, en que los saris de las mujeres y los rojos turbantes de los pastores nómadas salpican de color las vastas extensiones semidesérticas, a un verdor exuberante, casi selvático en algunas zonas, cuando el monzón regresa, fiel al ciclo vital que provoca. Largos atardeceres, pequeñas comunidades rurales, templos recónditos, que continúan siendo testigos del fervor y las creencias de los habitantes de la zona…. Aves surcando los cielos, y uno de los más elegantes mamíferos de cuantos caminan la tierra, el leopardo, dejándose ver. Un chai, una puesta de sol, una hamaca, un buen libro… ¡no se me ocurre una manera ni escenario mejores para regresar al mundo!
Rafael León de los Ríos (Director Adjunto): A donde sea
Me apetecería viajar tanto y a tantos lugares qué tan sólo pensar en hacer la maleta para pisar un aeropuerto ya me ataca. Hace tanto tiempo ya y lo he llegado a ver tan «cueva del lobo», que ponerme a pensar a cuál sería me pone de vuelta y media. Así que no me queda otra que, con los pies en el suelo y la cabeza en el cielo, tirar de nostalgia y evocar mis paraísos perdidos en algún lugar recóndito de mi olvidadiza memoria para decidir entre mar o montaña, ciudad o selva, animales o humanos, tradición o modernidad, ajetreo o calma. Mis pulsaciones se aceleran, la vista se me nubla y empiezo a sudar. Esta vereda no tiene fin, no veo la luz al final del …. ¡Cómo en casa en ningún sitio! ¿He dicho yo eso? Será la dichosa barrera, no la de coral, sino la de los 50 que estoy a punto de rebasar. Por eso mismo decido lanzarme, sin paracaídas, no sé a dónde, pero sí con quién, eso lo tengo claro. Lo otro lo dejo en vuestra manos: ¿Qué me recomendáis? Soy todo maletas… ¡Confío en vosotros con los ojos cerrados!
Virginia Díaz del Río (Responsable de Producción): Al atardecer más bonito del mundo
Uno de los hitos que no perdono cuando viajo a países tropicales, es poder disfrutar de sus puestas de sol ( y si es con el mar de fondo, mejor que mejor). Y si además lo haces en un maravilloso sandbank ( banco de arena en mitad del océano), con una cena exquisita y la mejor compañía de amigos, no hay nada más qué pedir. Una de las experiencias más inolvidables para mí, donde la luz de las velas y las estrellas se fundían para iluminar la velada más especial de mi estancia en Baros Maldives. El paraíso en la tierra existe, y está en Maldivas.
Ángela Rodríguez (Dpto. Asesoría de Viaje): A Hampi y su energía
Sueño con pasar mis primeros días de viaje en Hampi, entre sus templos, colinas y paisajes; entre saris de vibrantes colores y cálidas sonrisas. Hampi es mi lugar favorito de India, un sitio con una energía misteriosa y potente que lo envuelve todo. Recuerdo en mi último viaje, sentir allí la misma sensación que cuando uno mira al cielo nocturno. Una relajante sensación de inmensidad. Y será mi destino para reiniciar. Reiniciar una parte de la vida, los grandes viajes, esos, que, en realidad, son un viaje interior.
Tenzin (Dpto. de Producción de viajes): A Dharamsala, el Pequeño Tíbet
Qué ilusión tengo de volver a ese lugar que me enseñó a vivir el presente. Visitar el monasterio Tsuglak-Khang, dónde se ve a los monjes haciendo ofrendas, encendiendo velas al altar, y los monjes más pequeños practicando oraciones. Perderme por el mercado que tiene todo tipo restaurantes, cibercafé, y tiendas de recuerdos tibetanos. Subir a TIPA (Tibetan Institute of Performing Arts) para ver algún espectáculo de danza tibetana. Ir a la cascada Bagsunagh o de senderismo a la montaña Triund, para así conectarte contigo mismo y disfrutar de paisajes impresionantes. ¡Ay! ¡Cómo me gustaría volver!
Katia (Dpto. de Producción de viajes): Al caos ordenado de Tokio
Todo se ve muy distinto desde nuestra perspectiva…. Ese metro donde la gente se ve tan ordenada y disciplinada… salir en Shibuya Station…mirar hacía arriba y pensar… Good luck Katia this is going to be funny! Nunca pensé que el cruzar un calle en una ciudad fuese tal aventura como cuando te dispones a cruzar en Shibuya… Cientos de personajes coloridos cruzando al unísono… súper organizados y fluidos, sin tocarse un pelo… esos pelos de colores, cortados con tanta gracia y estilo… para llegar a sus calles y ver los comercios tan peculiares, tan divertidos… Parece que te hayas colado en una serie de dibujos animados… y no querer volver.
Nakul Shivharey (Dpto. Asesoría de Viaje): A celebrar Holi en Orchha
Orchha significa «escondido». Un pueblo encantador en el que siempre he podido conectar con esa India de cooperación y serenidad. En uno de mis visitas a Orchha celebré la fiesta de Holi. Salimos del hotel y cuando llegamos al pueblo, todo el mundo estaba por la calle pintándose el uno al otro con colores. Había música y comida, pero por encima todo lo que tuvimos fueron el cariño y el amor que nos transmitieron los locales. La misma tarde cogimos las bicis y nos perdimos por los pueblos de alrededor. Todo el mundo nos invitaba a tomar algo o visitar a su casa sin nada a cambio. Simplemente les daba mucha alegría enseñarnos su vida, fue lo mejor que vivimos. Guardo muy buenos recuerdos de Orchha. Me gustaría volver por que, cada vez que he ido me he sentido renovado.
Alberto Piernas (Redactor de viajes y Community Manager): A Sigiriya (desde Pidurangala Rock), en Sri Lanka
Dicen que la vida depende del color del cristal con que se mira. Algo similar ocurre con esos lugares que idealizamos y sus perspectivas. En mi caso, fue Sigiriya, la gran «Roca del León» y principal orgullo de la antigua Ceilán. Un peñón que una vez alojó a reyes arrogantes, monjes budistas, cortesanas exuberantes y hasta al demonio Lanka de la epopeya Ramayana. Hoy, todas esas influencias laten en esta roca majestuosa y única que entiende de tantos espectadores como ángulos. Porque no hay nada mejor que perseguir al atardecer subiendo Pidurangala Rock, sus rocas y ginkanas naturales, hasta toparme con Sigiriya, con la Sri Lanka que vine a buscar. Solo en su cima se escribe el silencio entre la historia y tú. Y bueno, entre los pavos reales lejanos que orquestan el mejor atardecer que he visto.
Pedro González Figuls (Director de Comunicación): A Nepal
Desde el primer pie que pones en Nepal su sonrisa te abraza. El segundo pie ya augura que puede llegar a ser a ser tu país adoptivo. Para cuando pones, muy a tu pesar, los pies en el avión de vuelta ‘a casa’ te das cuenta de que es mucho más. Considerado como el mejor viaje que he podido disfrutar hasta la fecha, en Nepal he encontrado un museo al aire libre en Katmandú, teniendo la gran suerte de coincidir en su Año Nuevo «Bisket Jatra». He hallado la paz en Pokhara, donde tuve la suerte de ver en plena noche con nuestro amigo Anup la cordillera del Himalaya, acontecimiento que incluso los propios lugareños aseguraban no haber visto en muchos años. Afortunado también de haber presenciado durante el trekking más fascinante de mi vida un amanecer que doraba el mismísimo Annapurna. También fue una aventura poder ver hasta en 3 ocasiones rinocerontes en Chitwan, ¡a menos de 3 metros de distancia!. Otro día del que me siento afortunado fue cuando con nuestro amigo Sujan nos perdimos con la moto por los valles de Katmandú, pasando por puentes colgantes y por los parajes más bellos que jamás vi. Pensándolo bien no se si es suerte o fortuna lo que se vive en Nepal o que Nepal es ese sitio al que volver una y otra vez porque simplemente hace que las mejores cosas pasen. To be continued.
¿Te animas a contarnos dónde te gustaría viajar?