En Sociedad Geográfica de las Indias nos encanta hablar de personas y sus historias. La última llega desde la ciudad de Srinagar y un hombre capaz de guardar un secreto durante 400 años.
Escrito por: Alberto Piernas
India es un país donde caben miles, millones de aromas. Fragancias que persisten a lo largo de la historia y pueden encontrarse en los lugares más insospechados. Algunos llegan cargados de lumbre y sándalo, otros de especias y frutas tropicales, y unos pocos son tan característicos como el del agua de rosas, especialmente en el estado de Cachemira.
Para comprender la importancia de esta esencia, debemos remontarnos al pasado de la rosa, una flor histórica ya mencionada desde tiempos inmemoriales. La rosa es famosa por su aroma, al cual se le atribuyen propiedades y efectos a nivel psíquico, emocional e incluso espiritual. Su uso ha sido recurrente tanto en un contexto romántico y literario, como también a través de ungüentos como el agua de rosas.
Ya en las antiguas Persia y Turquía, el agua de rosas cumplía un rol esencial en la cocina, la cosmética, los medicamentos y la poesía. Su poder rejuvenecedor, sus efectos anti bacterianos o su capacidad para remover la suciedad en el rostro son solo algunos de los beneficios que se le atribuyen.
Sin embargo, el agua de rosas es un extracto efímero, una antigua receta que una vez viajó de país a país, para diluirse en la modernidad. Sin embargo, aún quedan custodios en India capaces de preservar el secreto de este perfume de dioses. O mejor dicho, un custodio.
Abdul Aziz Kozgar, el hombre de Srinagar que protege una receta de 400 años
Hace 400 años, la receta para la destilación del agua de rosas llegó desde Turquía al estado de Cachemira, en India del Norte, gracias a Syed Mohammad Nooristani, antepasado de Abdul Aziz Kozgar, quien a su vez aprendió de su padre: «Cuando yo era pequeño, recuerdo que había montones de pétalos de rosa en nuestro patio. Todos los miembros de la familia tenían conocimiento sobre la preparación de cada receta», cuenta Abdul al medio 30 Stades.
Generaciones de artesanos anclados en un valle de nubes y cumbres que durante cuatro siglos han guardado el secreto de este elixir celestial elaborado con koshur gulab, una especie de rosa endémica de Cachemira.
Para su elaboración, este artesano de 65 años cuece los pétalos de rosa junto a otras hierbas en un caldero llamado deg, y el vapor se condensa a través de un tubo conectado a un recipiente de cobre, a su vez colocado dentro de un tanque de agua helada. El vapor caliente se convierte en pequeñas gotas de agua que van colmando un tanque que puede alcanzar hasta los 50 litros de capacidad.
Además del agua de rosas, Abdul también prepara otros siropes herbáceos como el arq tshandan y el kaaz zabaan, ambos usados como antibiótico, arqi neelofar, procedente de una planta local endémica, y gulkand, utilizado como tónico en la medicina Unani, de origen árabe.
Abdul realiza la preparación en su propia tienda, salpicada de cuadros de santos sufíes y frascos de cristales importados de países como Reino Unido o Alemania en el siglo XIX que otorgan al espacio una atmósfera atemporal, incluso mística.
La erosión de la tradición a causa de nuevas maquinarias e industrias pone en jaque hoy la conservación de esta esencia que aún hoy se vende en una tiendecita a pocos metros de la mezquita Khanqah-e-Moula, en el corazón de la ciudad de Srinagar. Junto a la ventana, los frascos de cristal coloridos atraen a los devotos que utilizan el agua de rosas para rezar en los templos o utilizarlos como ofrenda. Además, el agua de rosas de Abdul es muy accesible, ya que una botella de 200 ml apenas cuesta 20 rupias (23 céntimos de euro).
Sin embargo, el problema no consiste en los beneficios económicos del negocio, sino en la certeza de que tras la muerte de Abdul se pierda la receta después de 400 años de tradición.
Aunque existen varias tiendas que comercializan el agua de rosas en Srinagar, la receta de Abdul es la más ancestral aunque nadie en su familia haya mostrado interés en potenciar el negocio. Abdul tiene tres hijos con destinos diferentes y su primo, quien le ayudó durante años, hoy regenta una farmacia.
“Esta tienda lleva en mi corazón 200 años, ya que es un regalo de mis antepasados. Ojalá mis hijos también lo llevaran adelante para preservar esta tradición centenaria, pero no puedo obligarlos ”, asegura Abdul.
Confiamos en que la receta de agua de rosas de los Kozgar pueda mantenerse en el futuro, incluso para toda la eternidad. Que la tradición pueda seguir asomada a través de colores y cristales conservando cientos de historias.
¿Te gustaría conocer tiendas como la de Abdul durante tu viaje a India?