La antigua Ceilán engloba selvas, ríos y montañas cuya esencia explota en el centro del país más que en ningún otro lugar. Descubrimos Sinharaja, el corazón verde de Sri Lanka.
Escrito por: Alberto Piernas
Sri Lanka es el país de las serendipias, o ese «hallazgo afortunado al que sucumbimos sin buscarlo, como la mejor de las casualidades». Y una de las serendipias más comunes la encontramos en algún lugar entre los turísticos enclaves de Galle, la gran ciudad colonial de la isla, y el monte Adam’s Peak, ambos en la vertiente suroeste de Sri Lanka.
En algún punto entre estos dos destinos se despliega un mundo vegetal tan denso que sus especies y espíritus han aprendido a vivir en el más absoluto anonimato. En el aire flotan los susurros de las yakshini, o las genios arbóreas de la fertilidad, y en el sur, la etnia Sinhala convive entre fondos de mil verdes y viejas leyendas.
Una de ellas afirma que la hija de un rey se unió a un león (o Shina) dando vida al Bosque de Sinharaja, conocido hoy como el «Reino de León«. Uno de los grandes pulmones vegetales no solo de Sri Lanka, sino de todo el continente asiático.
Qué ver en el Bosque de Sinharaja
El Bosque de Sinharaha está considerado Reserva de la Biosfera y fue designado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco al ser la última área de bosque tropical primario de toda Sri Lanka. Más del 60% de sus árboles son endémicos, es hogar de un 95% de las diferentes aves de la isla, y un 50% de especies de animales como anfibios, serpientes y mariposas.
A la hora de optar por un safari, reservas como la famosa Yala resultan más recomendables para avistar especies, ya que al ser una zona más seca los animales brotan con mayor facilidad en busca de agua. Sin embargo, quien busque deleitarse con una naturaleza exuberante y perdida, encontrará en Sinharaja un trocito de edén exclusivo a través de sus 21 km de extensión de este a oeste.
En sus humedales, encontrarás árboles extraños dignos de otro planeta mientras allí, entre las ramas, se balancea el típico langur, una especie de mono endémica famoso por su cara de color púrpura.
Los ríos de agua dulce de Gin Ganga y Mahal Dola tejen aquí las diferentes rutas de senderismo para explorar la zona y disfrutar de prístinas caídas de agua dignas del mejor fondo de pantalla de Windows, pero mejor. Una de ellas es el antiguo camino que une el área de Lankagama con Deniyaya a través de 1 km de jungla integrada en el área protegida y el Centro para los Estudios de Naturaleza y Medio Ambiente de Sri Lanka.
Además, se pueden realizar safaris en busca de algunas de las especies más típicas como el elefante ceilandés, el leopardo, ciervos o chacales. En el sur de la reserva, los pequeños poblados de las gentes Sinhala se despliegan, acogiendo al visitante que busque zambullirse en la milenaria convivencia entre las tribus y la naturaleza.
La mejor época para visitar Sinharaja es entre los meses de enero y mayo, y después de agosto a diciembre. Evitar los monzones es la mejor recomendación, ya que las lluvias suelen ser especialmente intensas en esta zona de Sri Lanka.
La única forma de entrar a Sinharaja es a pie, acompañado de un guía nacional durante un recorrido de unas 3 horas. Se puede ingresar a la reserva desde tres entradas diferentes, si bien el acceso más común parte de la zona de Deniyaya, un pequeño pueblo al borde de la selva tropical. Durante la caminata, el guía te conducirá a través de la exuberante vegetación de Sinharaja, con numerosas explicaciones acerca de la importancia de esta selva tropical para el ecosistema de Sri Lanka. Además, en función de la visita escogida es posible nadar en uno de los lagos de agua dulce en mitad de la selva.
Al ser un área de especial conservación, las visitas se realizan de forma exclusiva en Sinharaja, un motivo más para hacer un alto en tu ruta por el sur de Sri Lanka y maravillarse con esta trastienda verde y mágica.
¿Te gustaría conocer el Bosque de Sinharaja durante tu viaje a Sri Lanka?