¿Recuerdas aquellos tiempos en los que enviábamos una postal? Las siguientes imágenes de esa India vintage invitan a escribir una carta a nuestros seres queridos desde lugares exóticos y remotos.
Escrito por: Alberto Piernas Medina
India vintage: tantas postales desde el otro mundo
Hubo un tiempo en el que escribíamos cartas y postales desde lugares remotos, quizás bajo un techo de palma, una playa que solo conocían los pescadores o la habitación de un guesthouse con el ventilador estropeado. Tiempos de nostalgia, de lanzarse desde el acantilado, sentirse la primera persona en pisar un escenario y confesar todo aquello que nos resulta más fácil decir a kilómetros de distancia. Esta colección de imágenes (¿o postales?) suponen una inmersión en tiempo y espacio a un viaje postal, a esa India vintage que siempre podemos volver a experimentar:
Querido Matías:
Cada mañana al levantarse veo un pequeño estanque desde la ventana, morada de luciérnagas y ranas, cuyos cantos no resultan tan exóticos y relajantes cuando no puedes dormir a las dos de la noche. Pero lo curioso de ese estanque es la presencia de un loto rosado. Llevo en este lugar de Kerala desde hace tres meses y, cuando llegué, ese loto era tan solo un pequeño brote entre el lodo. Creo que esta medianoche se abrirá del todo. Esto me recuerda que la belleza, a veces, no es nada sin un poco de barro.
Querida Rosa:
Dicen que el silencio es también un sonido en sí mismo, solo depende de lo que estemos dispuestos a escuchar. Te escribo esta postal en la que aparece un joven local en un lago de Sigiriya, esa enorme roca de Sri Lanka que sobre sale, esperando que tú también puedas sentir las formas mediante las que el paraíso llena el silencio: chapoteos, palmeras mecidas por el viento del monzón y los pavos reales, la banda sonora de este Triángulo Cultural.
Querido Salvador:
Estos días, paseando por las playas del sur de Sri Lanka me he acordado de ti. A lo lejos siempre suelo ver a los pescadores zancudos, hombres que empezaron a capturar peces durante la Segunda Guerra Mundial. En aquel momento, los locales tenían miedo de acercarse al mar por miedo a encontrar cascos de aviones derribados o posibles bombas, así que comenzaron a utilizar zancos para elevarse sobre el océano. Me he acordado de ti y quería decirte que la vida a veces es un mar de incertidumbre, de obstáculos, pero siempre existen formas de elevarse. Y volver a pescar.
Querido Rodrigo:
Junto al ashram al que voy a meditar hay una pequeña mezquita junto a la que un niño entrelaza fibras de cocotero para construir un pequeño tejado. Este niño se llama Amal, y siempre le pillo mirando al cielo. Me dice que le encanta ver aviones porque le recuerdan que él tiene alas y, algún día, también podrá despegar.
Querida Priscilla:
Existe un lugar en Sri Lanka donde me baño a solas con la luna. Es una playa a la que no ha llegado nadie, salvo un par de pintores londinenses que pasan el día fumando hierba. Anoche encendimos una hoguera en la playa y uno de ellos toco el laúd. Las palmeras son más altas aquí que en cualquier lugar de la isla y sospecho que nos protegen. En esta playa no pueden entrar el pasado ni el futuro.
Querido Carlos:
Quería disculparme por no darte más explicaciones, pero tenía el corazón roto. Solo pensé en hacer la maleta, tomar un vuelo y venir a este lugar del sur de India que siempre me aparecía en el globo del mundo cuando marcaba con el dedo. Han pasado los días y, caminando por la selva, he descubierto a una mamá elefante y su bebé entrelazando sus trompas. Nos empeñamos en hacer complicado lo sencillo. El amor no debería ser tan difícil.
Escribe tu propia postal durante ese próximo viaje a India.