Hoy es el día de la mujer, pero yo continúo cabizbaja.
Escrito por: Alberto Piernas
Mi maestro me puso sólo una regla:
Olvida el exterior, ve hacia el interior de las cosas.
Yo, Lalla, llevé esta enseñanza al corazón.
Desde ese día, he danzado desnuda.
(poema de Lalla, la primera mujer poeta reconocida de India)
Mientras ellos se mantienen erguidos en la calle, a plena luz, con las piernas al descubierto, yo me asomo detrás de la puerta. Todas las mujeres somos como diosas sigilosas, coloridas, aguardando su momento desde tiempos inmemoriales. Durga, Lakshmi, Parvati, Kali, tantas diosas veneradas en la antigüedad y en los templos, aunque yo aún deba inclinar la cabeza ante mi suegra cada noche cuando me dispongo a tomar un bocado. Pero mi historia nunca será la misma que la de otra mujer: cuentas que en las etnias de Meghalaya existe un matriarcado, hay mujeres sij dando vueltas al templo dorado, mujeres intocables que deben comer lentejas podridas, mujeres ricas que acarician sus collares de rubíes, mujeres que suben a los cocoteros, que se pierden en tapices de chiles o pintan en un telar de Pattachitra en un pueblo perdido de Odisha.
Desde que nacemos, ya muchas de nosotras somos rechazadas por nuestros padres. «La dote», les dirán, nos buscarán un marido y nos entregarán entre lágrimas sabiendo que ahora debemos pertenecer a otra familia. Hay mujeres cuyos maridos se fueron y no han vuelto, otras que se inmolan siguiendo sus pasos y aquellas que resisten hasta convertirse en matriarcas a la que todos respetan, una ardua odisea.
Voy descalza por la entrada del mandir, vendo flores marigold en un puesto rodeado de rangolis, sirvo chutneys en una hoja de banana y preparo el mejor idli, recojo agua en un cántaro que cargo por mitad del campo seguida por perros. A veces soñaría con dejarlo todo, bailar desnuda junto al mar y tumbarme bajo las palmeras a esperar a la luna. Cuando no puedes avanzar hacia el exterior, solo te queda cultivar el interior, tratar de escaparte por el lunar de azafrán pintado en los ojos, dejar que las ofrendas a los dioses retumben aquí dentro y, con suerte, ser dichosa en algún momento de la eternidad.
Cuentan que hay mujeres en India que pueden elegir su futuro, tener trabajos, divorciarse, hacer grandes cosas. Ocurre en Delhi y Jaipur, en Ernakulam y Mumbai. Mujeres que pueden tirar de ese gran tapiz de diferencias, castas y obstáculos, de amenazas y locuras, de sonrisas y miradas donde se reflejan vacas comiendo puerros, otra madre, otra mujer, feminidad que bendice nuestra historia pero nos condena a buscar la luz a través de tantas grietas.
Dicen que tendremos la igualdad en 122 años, quizás en 150 pero, mientras tanto, sigo mirando la luna por la noche detrás de la cortina mientras ellos ríen en la calle. Como otras muchas, millones de mujeres, solo aguardo mi momento.