Soy un coco en Sri Lanka

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Soy el coco con código Z-345632 en Sri Lanka. Esta es mi historia hacia la libertad.

Escrito por: Alberto Piernas

Algunos me llaman jugoso, otros carnoso, aunque la mayoría nunca me conoce del todo. Mis hermanos se limitan a ser un sabor efímero, un eslabón en la cadena, un latido de las palmeras que solo conoce el viento. O al menos, así es como yo me siento. En Sri Lanka, los cocoteros forman una parte intrínseca de la cultura local, ya que todo se aprovecha: desde la madera de los troncos para construir viviendas hasta las ramas que son humedecidos para transformarse en tejidos. En lo que respecta al coco, cada uno es secado, molido y procesado para la extracción de aceite, nuestras fibras son hiladas y nuestra carne consumida en platos diversos.

Soy de color amarillo, un «king coconut», aunque de rey tengo poco. Nadie me pela, mi piel será naranja dentro de poco y, mi destino, incierto: quizás termine siendo utilizado en forma de kalash (un recipiente místico) en alguna ceremonia hinduista; quizás me abran en canal y me sirvan con pajita a un turista holandés en Negombo. Quizás en forma de helado,esos dientes, tiemblo de pensarlo. Ya noto el vaivén del camión, pero tengo un plan, yo solo quiero escapar de las ceremonias, los almacenes y las ollas hirvientes en un puesto de comida callejera.

Hay que replantearse la dieta, o quizás solo habla mi miedo a esas máquinas que nos pelan y cortan en pedacitos. En el remolque del camión, el coco M-789943 dice que nos mandan a una fábrica de Colombo, después a un barco, y quizás terminemos en España. Otro dice que nos tallarán con sables para ser estatuas de artesanía en alguna tienda de la playa. Me pongo nervioso, empujo, me cuelo, yo no sabía que aquí había un agujero y me caigo del camión en marcha. Salgo disparado, voy rodando, caigo a un río, me agarra un pescador, me suelto, me rozo con los lotos, ahí va un pájaro azul, soy demasiado grande para su pico.

No sé si quiero terminar así.

Nunca estuve solo en la selva, pero escucho a mis ancestros, a mi padre que una vez fue rallado y a mis hermanos que hoy cuelgan como guirnaldas en un hotel de la playa. Yo quiero una vida mejor, quiero ver mundo por mi cuenta, alejarme del rebaño, no sé si lo consigo. Me mareo, algo me succiona, es un elefante que, con su trompa me dispara al cielo como un cohete peludo. Despierto, el coco M-789943 me pregunta donde estuve. Creo que mi destino sigue siendo un barco rumbo a Europa. Un elefante se ha puesto en medio, el remolque se ha soltado, tenemos otra oportunidad y cómo lloro al ver todos los cocos desparramados cayendo al mar. Esto sí es libertad.

Quizás te encuentres conmigo en tu próximo viaje a Sri Lanka.

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