Escrito por: Tania Rodríguez
Se dice que en estas tierras los dragones aún rugen cuando hay tormenta, desencadenando estrepitosos truenos; otros prefieren pensar que se trata del último Shangri-La del mundo, un rincón aislado donde la felicidad es permanente y en el que habitan gentes prácticamente inmortales, como relataba James Hilton en su novela Horizontes Perdidos. La verdad es que, en cierto modo, hay algo de todo ello en este pueblo rodeado de vertiginosas montañas y custodiado por imponentes dzongs. Bienvenidos a Bután, el Reino del Dragón de Truenos, donde la felicidad se mide como si de una tasa interior bruta de bienestar se tratase.
Entre India y China se encuentra este pequeño país asiático sin salida al mar y de una extensión inferior a los 39 mil kilómetros cuadrados. Bután está protegido por abundantes montañas y bosques, una orografía que ha ayudado a mantener la región aislada del exterior, permitiendo que hoy en día sea uno de los ecosistemas más intactos y puros del planeta. La gran mayoría de sus habitantes practican el budismo mahayana, una religión llegada desde el Tíbet en el siglo XI que ha marcado la forma en la que los butaneses conciben el mundo. De hecho, su serena filosofía de vida está impregnada en cada esquina del país: en las banderas de plegarias que inundan las montañas, en los molinillos de oración (o prayer wheels), en los monumentales dzongs o monasterios que presiden los valles e, incluso, en las viviendas –adornadas con símbolos mágicos y grandes falos para alejar a los malos espíritus-.
Bután es una de las democracias más jóvenes del mundo y la única en la que se mide la Felicidad Interior Bruta (FIB), un concepto establecido por el rey del país Jigme Singye en su discurso de coronación con los dieciocho años de edad. Dicho concepto se entronca en cuatro cimientos: el desarrollo sostenible y equitativo, la preservación de su cultura, el cuidado del medio ambiente y, por último, el buen gobierno. En un país al que la televisión llegó en 1999, donde no existen semáforos que rijan el tráfico y en el que la venta de tabaco está prohibida, la permeabilidad de lo que sucede fuera de sus fronteras es nula, permitiendo que se trate de un lugar único en el mundo.
El primer sitio que pisarás a tu llegada a Bután es el denominado Valle del Paro, donde se encuentra la única pista de aterrizaje del país, ubicada entre escarpadas montañas, lo que hace que solo algunos pilotos sean capaces de tomar tierra. Allí se ubica el espectacular monasterio de Taktsang, más conocido como Nido del Tigre, situado en la ladera de una vertiginosa cumbre de casi 3.000 metros de altura. También en el Valle del Paro encontrarás las ruinas de Drugyel Dzong –reflejo de los vestigios de la guerra entre butaneses y tibetanos-, el Rinpung Dzong –templo fortaleza situado a orillas del río Paro Chhu en el que habitan más de doscientos monjes -, y el Dungtse Lhakhang –uno de los dos templos con forma circular del país-.
En este apasionante viaje no dejes de visitar Thimbu, la capital del país, en la que se sitúa el palacio Dechenchoeling –residencia oficial del rey-; así como Punakha, perfecta para practicar senderismo y conocer de cerca la cultura de butanesa, el Valle de Phobjika –que alberga el Parque Nacional Jigme Singye Wangchuck-, la región de Bumthang -centro espiritual de Bután gracias a sus monasterios centenarios- y aprovechar la oportunidad de participar en alguna de sus coloridas fiestas. Ya solo queda desearte: feliz viaje al país de la felicidad.
Hola, me gustaría saber propuestas de viaje a Buthan para 2022, en particular me gustaría ir al festival que se celebra a Padmasambhava.
Viajariamos con mi esposo y mi hijo de 3 años y medio. Gracias