Llegué a este Pushkar, tranquilo centro de peregrinación hindú del Rajastán, al atardecer de un 28 de noviembre, con la ilusión del viajero y los ojos de un fotógrafo, justo con el tiempo necesario, para presenciar la puesta del sol sobre su lago y momento de transición a la noche, momento en el que la ciudad se transforma.
Escrito por: José Ignacio Escudero – www.jiescudero.com
Las calles que rodean el lago, nacen a la vida nocturna, los templos se preparan para las celebraciones y los tenderetes, comercios y casas de comidas, intentan agasajar a los paseantes que deambulan entre las estrechas y oscuras calles. Durante toda la noche, no cesan los rituales, hasta que llega el amanecer, donde el lago, “formado cuando Brahma, el Creador, arrojó la flor de loto a la tierra”, de nuevo toma vida.
Este nuevo ciclo despierta a la ciudad perezosamente, y la vida gira ahora en torno a los cincuenta y dos ghats que alberga, recibiendo la visita de devotos y viajeros. Los templos en Pushkar, no son tan antiguos como podíamos esperar de un Centro de Peregrinación tan importante, ya que en época de Aurangzeb, fueron delegados, siendo posteriormente reconstruidos. En el extremo del lago e identificable por su aguja roja sobre la puerta, esta el templo de Brahma. Este es uno de los pocos templos dedicados a esta deidad en el mtemplo undo. Según la tradición, fue Brahma quien escogió Pushkar como morada.
Entre octubre y noviembre, diez días después del Diwali esta ciudad y sus alrededores, celebra la esperada feria anual de ganado a la que acuden multitud de granjeros y ganaderos.
Se levantan carpas que alojan durante estos días miles de visitantes, aquí compran y venden sus animales, organizan carreras y concursos de camellos, caballos y burros, hay norias y teatros al aire libre, puestos de comida, tiendas que ofrecen todo tipo artículos, convirtiendo posiblemente a este mercado, en el más importante de toda Asia.
Estas expectativas me obligan a intentar regresar a esta tierra en estas fechas, para presenciar este espectáculo, aunque si bien distinto al que ofrece el Pushkar religioso, no menos interesante por lo grandioso, multitudinario y colorido que puede ser, reflejo de este asombroso territorio que denominamos India.