Escrito por: Javier Galán
El malecón de Bombay acoge comida callejera, desfiles y amantes que buscan intimidad. En cada ciudad hay un escaparate social, un lugar donde ver, ser visto y, si la posición es favorable, juzgar. Una urbe tan descomunal como Bombay necesita un espacio bien grande, por lo que cuatro kilómetros de paseo marítimo a orillas del mar Arábigo cumplen su cometido.
Este malecón indio se conoce como Marine Drive, y su momento de puesta de largo es, sin duda, el atardecer. Como un sinfín de películas de Bollywood se han empeñado en mostrar, los tonos que adopta al atardecer lo convierte sin duda en el lugar ideal en el que los enamorados pueden encontrar intimidad frente a una sociedad entrometida en las cuestiones del amor. Sentarse mirando al mar con todas esas personas caminando por detrás es, para muchas parejas de jóvenes, darle la espalda a los viejos prejuicios.
En una ciudad de clima tropical que ronda constantemente los treinta grados centígrados y en la que hay que ganarse la vida duramente día a día, enmarcar un agradable paseo con la puesta de sol se ha convertido para muchos en una vía de escape diaria. Bueno, salvo todos aquellos días que Marine Drive se corta para albergar desde desfiles del Día de la República al mayor maratón de toda Asia, que se celebra en Bombay cada enero.
El plan para disfrutar del recorrido es sencillo: se comienza en uno de los límites del paseo, ocupado por el Centro Nacional de las Artes, donde se puede acudir a alguna obra de teatro en inglés o concierto. Como las actuaciones terminan pronto se sale del escenario en el momento álgido de Marine Drive.
Solo hay que dejarse llevar por el ritmo pausado de las parejas que disfrutan de la brisa, sentarse a disfrutar de los últimos rayos del sol cuando se oculta y curiosear en la infinidad de sabores que esconden los puestos de comida callejeros. Se busque el sabor que se busque, seguramente estará allí: dulce, salado, agrio, amargo o ácido, la sorpresa aparece en cada bocado.
Y así se puede seguir caminando, contemplando los edificios de estilo art déco que muestran sus líneas curvas a lo largo de parte de la primera línea de costa. La sal marina y la desgana ha convertido la opulencia que los caracterizaba en un esplendor remoto. Que sin embargo recupera su confianza en esa luz que concede el sol antes de marcharse.