Escrito por: Javier Galán
Una construcción en Nueva Delhi que se mueve entre el juego óptico y el espejismo.
Quien más y quien menos recuerda haber tenido entre las manos algún cubo de Rubik. Lo primero que se hace es girarlo asombrado para verlo desde las diferentes perspectivas que se nos muestran al jugar con las aristas. Pues imagina esa sensación ante algo que en lugar de caberte en una mano parece un edificio pero resulta ser un mausoleo, es una versión primitiva del Taj Mahal rodeado de zonas ajardinadas cuadradas, guarda los restos del emperador mogol Humayun y se levanta en Nueva Delhi.
Las posibilidades geométricas que presenta esta tumba supuestamente construida en el siglo XVI son tantas como los pares de ojos que la miran. Que esta construcción de 50 por 100 metros sea de planta cuadrada solo es otro de los engaños de la percepción que esta joya de la arquitectura mogol depara. Porque sus paredes exteriores no son sino arcos del estilo tudor dentro de otros arcos mayores que dan una sensación de ligereza transitable.
Las esquinas de la base fueron achaflanadas, recortadas para que se muestren más suaves y así convertir el cuadrado en un octógono. Estas no hacen sino aumentar el enjambre de efectos ópticos que rodean semejante mausoleo de mármol blanco y arenisca roja. Por eso en ellas se concentran los fotógrafos, buscando imágenes en las que mostrar esa paz que solo es capaz de engendrar la simetría.
Pero adentrarse por su arco principal es internarse en las entrañas del juego ilusorio. Con la primera de las reglas, la de que los restos mortales del emperador están escondidos en la base, donde reposan junto a los de varios allegados. A la vista solo queda un cenotafio en la sala principal. Una sala octogonal de tres alturas en la que la piedra tiene la misma importancia que la luz, de tantos arcos como la observan.
Una delicia arquitectónica punteada con una cúpula de mármol blanco que se observa desde todas las partes del jardín cuadriculado que la rodea, convirtiendo a este lugar Patrimonio de la Humanidad en el primer mausoleo ajardinado del subcontinente indio. De acuerdo que no son más que césped con algunas palmeras y arbustos salteados. No es el tipo de jardín por el que uno esperaría pasear en otro mundo, pero un lujo en el que el emperador decidió pasar el resto de la eternidad.
Dentro de los límites del jardín y en los alrededores se erigen otras construcciones. La conocida como tumba del barbero, varias mezquitas y otros tantos mausoleos acompañan la visita a este oasis de ilusiones geométricas.