Escrito por: Javier Galán
Puede que Boudhanath, una de las estupas más grandes de Nepal y del mundo se levantase en honor a Buda, pero quien ha tomado últimamente el mando son los pájaros. Y como tiene forma circular, así como la plaza que la circunda, las cientos de palomas que allí se buscan la vida van dando vueltas hasta que alguna anciana o monje les entrega su ofrenda con forma de pan. El viaje a Nepal y visita la estupa a las afueras de Katmandú se convierte en una parada obligatoria.
En ese aspecto los pájaros son tratadas como divinidades. Aunque no hagan otra cosa que asustar con sus multitudinarias desbandadas a todos aquellos que visitan, se ganan la vida, rezan o pasan el rato en los alrededores de esta construcción religiosa con forma de montículo que, según a quien se pregunte, contiene un trozo de hueso del propio Buda.
Quizá por eso atrae a tantos visitantes por las mañanas y, una vez que estos se marchan, se convierte en el foco de locales y religiosos, que dan vueltas mientras rezan. Si nos acercamos un poco más veremos por qué: incrustadas en la pared exterior, en grupos de cuatro o cinco, se encuentran las 147 ruedas de plegaria que tanta gente hace rodar al día a la vez que recita el mantra Om mani padme hum.
Y todo esto ocurre bajo la atenta mirada de la propia estupa. Recorramos sus diferentes partes, creadas para recordar el camino que hay hacia la iluminación, para entender por qué: la base es un rectángulo que simboliza la tierra. Encima, una cúpula esférica de blanco nuclear que se pinta año tras año y representa el agua. Y encima el fuego lo representa un cubo dorado que lleva pintados los ojos de Buda. Por encima se alza una aguja (aire) y una especie de paraguas (el vacío), pero quedémonos en esos ojos.
En lo que habrán visto, alzándose sobre tantísimos templos construidos alrededor de este lugar sagrado, bajo su abrigo, desde que era el lugar de descanso tras la primera etapa de la ruta comercial que unía Katmandú y Lhasa, en el Tíbet. Donde los mercaderes rezaban antes de encabezar sus yaks hacia el Himalaya. Y donde ahora viven muchos tibetanos que dejaron sus hogares tras el levantamiento tibetano de 1959.
Y de ahí a los mercaderes que ahora tratan de una manera muy respetuosa de vender sus figuritas de Budas sonrientes, de los niños que se persiguen en círculos, a esa anciana que, quizá por haberlas acostumbrado día a día, puñado a puñado, consigue que varias palomas se le posen tranquilamente sobre sus encorvados hombros. En tu viaje a Nepal es posible respirar la paz.