Placeres cotidianos: ir a la peluquería en India

Cortarse el pelo puede suponer una mera necesidad, una obligación cada cierto tiempo, o incluso un tormento (¡como para mis hijos, por ejemplo!). En general suele dar un poco de pereza: tenemos que buscar el momento oportuno entre las mil cosas de la semana, necesitamos concertar una cita, esperar… Si no fuera por el ratito de lectura extra o de charla con otros/as clientes, el hecho puede resultar de lo más prosaico…

Peluquería de caballeros en India

Sin embargo en India, en Delhi en concreto, cortarse el pelo supone no sólo una aventura, sino también un placer y casi un ritual. Y si no, ¡que se lo pregunten a mi marido y a mis hijos, a los que por primera vez en la vida, les encanta ir a la peluquería!

Los motivos son muchos, empezando porque rara vez hay que pedir cita previa, aquí llegas y eres atendido inmediatamente, puesto que en todas las peluquerías, al igual que en casi todos los sitios en este país, siempre hay más trabajadores que clientes.

Esto puede deberse a la “cadena de división del trabajo”, absolutamente necesaria en un país con más de 1.100 millones de habitantes.
Aquí, llegas a una tienda y hay un dependiente que te recibe, otro te pregunta qué buscas, un tercero te enseña los productos, un cuarto te explica su funcionamiento, un quinto te cobra, si quieres factura te la extiende un sexto, otra persona te lleva el producto elegido a casa, y todavía otro más viene más tarde a instalarlo… A esto llamo “cadena de división del trabajo”.

Bueno pues las peluquerías no iban a ser menos, así que tienes nada más llegar, la persona que te recibe, otra que viene a ofrecerte un café o un “chai” (té) cortesía de la casa, otra que lo trae, el peluquero/a que te pregunta qué deseas hacerte, un asistente que mientras contestas te va peinando dulcemente (como reconociendo el tipo de cabello al que van a enfrentarse), luego te pasan a lavado, donde por supuesto hay una persona diferente que te pone el champú y te masajea como indica la tradición india (un buen masaje ¡de los de quedarte dormida, vamos!), otra persona te aclara y una tercera que te pone la toalla y te hace pasar nuevamente a la silla de corte.
Allí vuelve a aparecer la peluquera/o con dos nuevos asistentes, uno que nunca hace nada, sólo mirar (por lo que supongo que es el aprendiz porque a veces acerca el “material” a su jefe) y el segundo peluquero/a, que sostiene el secador del pelo mientras el “experto” le da forma con el cepillo…
Yo personalmente hay veces que me entretengo en mirar el número de manos que rodean mi pequeña cabeza para intentar identificar cuántas personas pululan alrededor de mí…

Peluquería IndiaBueno, y todo esto es si no pides que a la vez te afeiten, o te hagan una limpieza de cutis, o la manicura y/o pedicura. Si ese es el caso, ¡aquello acaba pareciendo el camarote de los hermanos Marx!

La clasificación de las peluquerías en general son como en España, me refiero a que las tienes de “caballero”, de esas que recuerdan a las de los pueblos pequeños, las de sólo “señoras”, y las unisex. Estas últimas suelen ser las mas modernas, tanto en decoración, uniformes, como en el estilo de sus peinados (“western style” o “estilo occidental”) ¡y por tanto son también las más caras!

Para que os hagáis una idea: un lavado, corte y arreglado para mí en una peluquería unisex sale alrededor de 500 rupias, lo que viene a ser unos 8-9 euros. Eso mismo en la peluquería de caballeros de mi barrio (a la que van mi marido y mis hijos) sale por 100 rupias, o sea menos de 2 euros. Y eso, todo hay que decirlo, porque al ser extranjeros estamos seguros de que incluyen “la propina” en el precio.

Me gusta mucho ver que la cultura de la peluquería en India no es algo reservado exclusivamente a las mujeres. Aquí, muy al contrario, las peluquerías (incluidas las unisex) suelen tener una cantidad de hombres enorme, y no solo cortándose el pelo, muchísimos de ellos haciéndose tratamientos y masajes de cutis y manicura/pedicura…

Aunque por supuesto lo más extendido es el afeitado. Ese afeitado antiguo con mucha espuma y navaja que amenaza la yugular… Para eso ni siquiera hace falta ir a la peluquería, en casi todos los barrios (como el mío) encuentras en alguna esquina, un señorcito en plena calle, delante de un sillón de esos como de dentista que a veces se parece más a una silla de despacho con ruedas y al lado una minúscula mesa donde se acomodan todos los utensilios necesarios para el perfecto afeitado. Ah, y nunca falta un espejito minúsculo colgando de un árbol o de la valla más cercana….

Barbería en una esquina

Foto: David Martín, Sociedad Geográfica de las Indias, 2008.

Barbero y peluquero

Foto cedida por Belén Serrano (www.belenserrano.com)

Mi marido no lo había hecho nunca antes, pero sucumbió al afeitado callejero, en parte por curiosidad y en parte por ayudarme a escribir esta historia (¡basada en hechos reales!) y de su parte puedo deciros, que si venís no dejéis de probarlo…
Aparte del miedo inicial que producen tanto la navaja como las risas del afeitador al tener entre sus manos a un extranjero rubio con cara de susto, la cosa se va poniendo interesante cuando el simple hecho de extender la espuma se convierte en el primer masaje espectacular de cara-cuello que recibes.
Si a eso le sumas la destreza en el uso de la navaja y el posterior y final masaje con aceites olorosos (que casi te hace rezar para tus adentros: “que no se termine, por favor”) lo que en un principio pudo parecer una experiencia temeraria, se convierte en un verdadero placer y casi una adicción cotidianos.

Y no hace falta que os diga que, si los masajes de cara y cuello son el no va más, los de cabeza (a veces incluso de hombros y espalda) que te hacen durante las varias fases de lavado, corte y peinado… ¡esos son lo máximo! Yo la ultima vez no pude evitarlo y le dije a Sharon, que es la chica que siempre me corta, “por favor, ¿puedes seguir un poco más?”. ¡Y es que de verdad es una gozada!

Así que ya sabéis, si venís por aquí, los chicos aprovechad para haceros un buen afeitado ya sea callejero o en peluquería de barrio; y las chicas por lo menos probad con un lavado y peinado (el masaje va siempre incluido y la duración dependerá mucho de vuestra simpatía!)

Os dejo, ¡que me voy a la peluuuuuuu…!


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Sobre la autora:
María JoséMaría José Morales y su familia viven en India desde 2009. Suele decir que lleva 20 años aprendiendo y que le encanta hacerlo. En este blog ofrece su particular forma de ver las cosas desde dentro, como mujer, española, trabajadora y madre de 3 hijos deseando y dispuesta a hacer de India su nuevo hogar. Para más información: [Quiénes somos]

El negocio de las cremaciones en Varanasi

Hablando sin parar por su ostentoso móvil y vestido con un traje de safari de tejido sintético, Satnayaran Chowdhary parece un ocupadísimo hombre de negocios supervisando su empresa familiar. Su trabajo es nada menos que manejar el mundialmente famoso crematorio de Manikarnika Ghat, en Varanasi.

Los murmullos de protesta sobre la extorsión que se practica en el ghat crematorio que regenta dejan a Chowdhary bastante indiferente:
Es un impuesto que la gente ha pagado desde los tiempos puránicos (védicos). Tara, la mujer del rey Harishchandra, tuvo que rompers su sari para pagar por los servicios prestados. Entonces, ¿por qué nos quejamos ahora?”, se defiende.

Pero Chowdhary, como comerciante, se ofende por las acusaciones de extorsión en un ghat donde las familias pagan por las exequias dependiendo de su nivel económico, entre 1.000 y 100.000 rupias (entre 16 euros y 1.700 euros, aproximadamente).

 

Manikarnika Ghat, Varanasi

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Taj Mahal Palace Mumbai: abanderados de un sueño

El 15 de Agosto de 2010 reabrió sus puertas el hotel Taj Mahal Palace Mumbai, hasta ahora conocido como «Taj Mahal & Tower» y una vez renovado tras los ataques terroristas sufridos en Mumbai el 26 de noviembre de 2008. Aunque en realidad el hotel está dividido en dos zonas y una de ellas (la Torre) no ha dejado de funcionar nunca, como metáfora de la defensa de la libertad en el país democrático más grande el mundo.

Cúpula del hotel Taj Mahal de Mumbai

Foto: Taj Hotels

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Mumbai y su chaat: el Bhel Puri

En todos los países existe una ciudad donde los sueños pueden hacerse realidad, y en India, esa ciudad es Mumbai.
Ciudad de contrastes por antonomasia: antigua y moderna, tremendamente pobre (tiene el triste honor de albergar el segundo suburbio más pobre de Asia: Dharavi) y descaradamente rica (a los rascacielos de Nariman Point se desplazan diariamente miles de financieros para negociar millones de dólares).
En ella, se baila hasta el amanecer, pero aún se sigue rezando al alba; concurren naturalmente noctámbulos y místicos.
Es la ciudad donde Mukesh Ambani (la mayor fortuna de India) se está construyendo una casa de veintisiete plantas, con un servicio de seiscientas personas para una familia de sólo seis miembros.
Y es, simultáneamente, la urbe donde encontraremos callejones atestados de gente en los mercadillos de Null y Chor, donde artesanos de Lucknow bordan maravillas en seda, y joyeros crean sueños en diamante, oro y exóticas gemas.

Los mumbaitíes miran a su ciudad con tremendo orgullo y con una pasión que suele exasperar al resto del país y a visitantes extranjeros que no tienen recato en calificar de arrogante una actitud vital de extrema dignidad y genuina solidaridad, demostrada hasta el denuedo tras los trágicos ataques terroristas sufridos en Noviembre de 2008.

El patio del recreo de Mumbai son sus dos playas emblemáticas: Chowpatty y Juhu. Un paseo al atardecer por ellas en sábado o domingo, dejándose llevar por la marea de gente que mira sin ver, por las familias que se reunen en la arena, por los niños semidesnudos que chapotean con neumáticos usados (pese a que las aguas no son aptas para el baño), por las parejas que timidamente se arrullan y besan a escondidas, por los charlatanes que venden la buenaventura, por las pandillas de adolescentes que sueñan con amores de cine y cantan a sus ídolos….., es la mejor inmersión en un pais, en una sociedad viva y apasionante como la de Mumbai, crisol de toda la India.

Puesto de venta de bhel puri en Mumbai

Venta de chaat en Mumbai. Foto: Belén García-Martín

A los indios en general, y a los mumbaities en particular, les encanta comer entre horas. Para ellos, toda comida debe incluir un alimento consistente, bien sea un plato de arroz, un «dal» o alguna clase de pan. Cualquier otra cosa se considera sólo un tentempié, mera excusa para acercarse al puesto más cercano para tomar un «chai masala» y aprovechar para departir con compañeros y transeúntes. Entre esos tentempiés están los «chaat», término que literalmente significa «producto para lamerse los dedos».
La sublimación de los chaat la encontramos en Mumbai (y dentro ella, en las playas de Chowpatty y Juhu) cuyos innumerables puestos callejeros compiten entre sí no sólo en calidad gastronómica, sino también en apariencia externa, colorido, música más moderna y atronadora……. Tal es su éxito que se han exportado a toda India.

El chaat predilecto de Mumbai es el llamado «bhel puri», una sabrosa mezcla de arroz inflado, patata, mango verde, hojas de cilantro y menta, jengibre, tomate y el secreto «chaat masala» (aderezo de sal negra, limón, chile, comino y mango verde en polvo), servido en hojas de banano o boles metálicos, todo ligado con chutney ácido de tamarindo.
Se prepara en el acto, a la vista del cliente, quien si es ya un iniciado, puede sugerir más o menos picante, más o menos ácido, según su gusto personal. Ni sacia el hambre, ni es nutricionalmente equilibrado, pero probar uno en Chowpatty Beach un sábado al anochecer, es una de las experiencias más enriquecedoras para cualquier visitante de mi querida Mumbai.

Mumbai, Yaar!!!!!


Sobre la autora:
Belén García-MartínBelén García-Martín viaja cada año a India, casi siempre en solitario, país que ha recorrido de norte a sur, y de este a oeste, para reencontrarse con viejos amigos, hacer otros nuevos, y lo que más le apasiona: sentir, oler, oír, ver, tocar y vivir en hindi… Para más información: [Quiénes somos]

Una noche en el Taj Lake Palace, de Udaipur: un sueño oriental

Atravesamos la ciudad en fiestas, llena de colorido, hasta llegar a las primeras instalaciones del hotel: un precioso embarcadero, con templetes y arcos de hierro forjado y muebles de mimbre, donde unos amabilísimos empleados nos recibieron ofreciéndonos unos zumos de fruta y toallitas húmedas para refrescarnos. Hacía mucho calor aunque había empezado a llover, y el amable refrigerio nos vino estupendamente.

Abordamos la barca, con su bonito toldo que nos protegió de la lluvia, y atravesamos el gran lago de Udaipur, el lago Pichola, hasta su centro, donde está situado el hotel Taj Lake Palace, nuestro destino.

Taj Lake Palace

Una recepción digna de «maharanas».

Este es hoy el espléndido Palacio del Lago, que se consideraba la residencia de verano de los maharanas. Los gobernantes de Udaipur se llaman maharanas, que quiere decir “gran guerrero” (maharaja significa “gran rey”) debido a su carácter luchador e independiente.

Frente al hotel, a orillas del lago, se alza orgulloso y espléndido el Palacio de la Ciudad o también llamado City Palace o Palacio del Maharana, una amplísima y espectacular construcción que se llevó a cabo en unos dos siglos.

Desembarcamos en la escalinata exterior y accedimos al hotel, el espléndido Jag Niwas o Palacio del Lago, que ocupa por completo la superficie de una isla en el centro del lago, por lo que parece un palacio flotante.
Construído en 1746, su entrada está flanqueada por dos elefantes de mármol negro, en contraste con el palacio, casi todo él en mármol blanco.

Patio central del hotel Taj Lake Palace de Udaipur

Tras recibir el saludo de los amabilísimos empleados de la recepción, deambulamos por el enorme vestíbulo admirando los innumerables detalles de la suntuosa decoración, hasta que llegó el momento de instalarnos en nuestras habitaciones.
La que compartíamos Isa y yo constaba  de un pequeño vestíbulo con un armario de madera oscura en el que se abría la puerta acristalada del baño, espacioso y sencillo aunque abundante en detalles exquisitos.

Una habitación de ensueño.

En cuanto a la habitación, tenía dos camas con mesillas, el tradicional banco para las maletas en madera oscura, una maciza cómoda con cajones sobre la que se asentaba un gran televisor de plasma; una mesa escritorio con trabajo de taracea y una silla tapizada con la madera igualmente decorada.
Junto a una de las camas, bajo el ventanal que dejaba ver la belleza iluminada del Palacio de la Ciudad, una chaise-longue con reposapiés extraordinariamente cómoda.

Una de las suites del Taj Lake Palace de Udaipur

La habitación se prolongaba en un pequeño saloncito con una mesita y dos sillones; sobre la mesa, el periódico local de Udaipur, un jarrón con flores y la acostumbrada bandeja con frutas, servilletas y cubiertos.

El saloncito hacía un ángulo que, en el lado derecho, ostentaba un ventanal con hermosos arcos lobulados y en el izquierdo un gran diván con cojines que corría a todo lo largo de la pared. Un delicado labrado con motivos florales sobre el diván completaba la exquisita decoración.

Por supuesto toallas, albornoces, zapatillas y batas eran de excelente calidad y todo invitaba a instalarse confortablemente.  Nos duchamos, nos cambiamos de ropa y cuando nos disponíamos a dar una vuelta por el hotel nos llamó mi hija, diciéndonos que bajáramos a su habitación, en el primer piso.

Lo hicimos, y lo primero que nos sorprendió fue ver que no se abría, como las demás, al pasillo, sino que se accedía a ella desde un pequeño vestíbulo en el que destacaban dos grandes figuras de madera policromada, muy modernas y estilizadas, de un hombre y una mujer ataviados con los trajes nacionales.

Taj Lake Palace Udaipur - hall con balancín

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