Escrito por: Javier Galán
Los restos de san Francisco Javier reposan en una basílica que los acerca a los fieles cada 10 años.
Es bastante más sencillo ir a la vieja Goa desde Navarra hoy que hace cinco siglos. Pero tampoco por aquel entonces era imposible. Solo hay que investigar un tanto la vida de San Francisco Javier, un misionero navarro que viajó a India, China, Japón y Oceanía por mar en el siglo XVI. Este mismo año estará más cerca de sus fieles que nunca. Su basílica en la vieja Goa, donde se alza su tumba, se ha convertido un lugar de peregrinación católico mundial.
Si no fuera porque allí se mantiene el culto al santo, la Basílica del Bom Jesus no tendría nada más remarcable además de ser una iglesia barroca en medio de India. De hecho, no deja de ser una copia-homenaje de la iglesia del Gesù de Roma. Pero claro, contar con el cuerpo incorrupto de semejante santo ha convertido a este templo erigido por los jesuitas en un punto de peregrinación.
De hecho, la mayor parte del tiempo los restos mortales de san Francisco Javier se mantienen en su tumba formada por tres niveles. Cuenta con unos cristales a los lados que permiten atisbar la momia del santo, pero alejados del público en uno de los laterales de la basílica. Sin embargo, cada diez años se acercan las reliquias a los fieles al celebrarse una especie de exposición en la que el edificio se engalana porque los restos del santo se acercan al altar de tonos dorados.
No falta mucho para el próximo de estos acontecimientos, algo que solo ocurre una vez por década. De hecho, la siguiente fecha está prevista para el 22 de noviembre de 2014. Hasta el 4 de enero del próximo año se espera que varios millones de personas veneren al santo, tras lo cual todo en la basílica volverá a su posición original. Pasado ese mes escaso, el ataúd de plata volverá al lateral, volviendo a reducirse el número de visitas, retornando la austeridad al resto de la basílica.
Pero resulta curioso que aun muerto, San Francisco Javier se sigue moviendo. Al igual que hizo en vida, cuando se le quedó corto el viaje que le llevó por medio mundo al recibir el encargo de su orden de que difundiese el cristianismo por las colonias portuguesas orientales. Después de llegar a India en 1542 siguió viajando por Asia, y en menos de 10 años había llegado, evangelizado e iniciado el retorno desde Japón. Aunque falleció con menos de 50 años en China, su cuerpo fue trasladado al que aún hoy sigue siendo su lugar de descanso. Un ataúd de plata en una tumba de mármol en una modesta basílica india.