Mensaje enviado por nuestros queridos amigos y clientes Diana y Juan Pablo.
Han pasado ya algunos meses, pero nos basta con cerrar los ojos para estremecernos reviviendo las maravillosas experiencias de las que disfrutamos durante nuestro viaje a la India. Las imágenes de lo que allí vimos regresan a nosotros una y otra vez.
Nuestro itinerario, diseñado según una adecuada combinación de nuestros deseos y los consejos de la agencia, puede parecer una locura a simple vista: en solo tres semanas, Delhi, Benarés, Khajuraho, Gwalior, Agra, Jaipur, Bombay, Aurangabad (Ajanta y Ellora), Anantapur (Fundación Vicente Ferrer) y Cochín; varios aviones y muchas horas de carretera. Sin embargo, no cabe mejor manera de asomarse a la diversidad de la India que una ruta como la que hicimos. Gracias a Lalit, nuestro guía, cientos de detalles que para nosotros eran ilegibles se nos abrían como una ventana a un nuevo mundo. Así, los largos recorridos en coche (privado) se amenizaban con improvisadas visitas a los campos de mostaza, a los jornaleros que recogen y procesan la caña de azúcar, a templos o palacios tan fastuosos como ignorados que se esconden en carreteras secundarias… Los servicios aéreos de la India, por otro lado, han alcanzado tal nivel de desarrollo que puede decirse que ya superan a los cada vez más incómodos aeropuertos y aviones occidentales. En definitiva, conocer tantos lugares y aprender a interpretar los detalles en un país como India requeriría de meses o años si no se hace de la mano de guías como Lalit o Pradeep.
En todo momento sentimos que la agencia había controlado y previsto cada detalle del viaje, pero sin ceñirlo tanto como para que no cupiera algún grado de improvisación. Los guías estaban atentos a nuestros intereses y modulaban cuidadosamente el tiempo de cada actividad para que quedáramos satisfechos sin riesgo de perdernos algo por demorarnos en exceso. Dejaban espacio para que conserváramos nuestra intimidad, pero procurando que no nos sintiéramos desatendidos. Quizá este tipo de atenciones pueda repeler al viajero que busca el riesgo y la aventura, pero quien quiera eso y solo cuente con tres semanas ha de saber que se expone a perder buena parte de su escaso tiempo esperando trenes o autobuses y a no entender casi nada de lo que pasa delante de sus ojos.
No le sorprenderá a nadie que recordemos que ver de cerca el Taj Mahal, recorrer en barca el Ganges o penetrar en las cuevas de Ajanta y Ellora son momentos inigualables para cualquier viajero. Es cosa sabida, aunque merece la pena recordar que no se equivocan quienes recomiendan estas visitas. Lo que no es tan común es el conjunto de experiencias poco habituales que Sociedad Geográfica de las Indias dispuso para nosotros: un concierto privado de sitar y tabla en casa de un músico en Benarés, una visita a una aldea campesina cerca de Agra, recomendaciones culinarias para degustar la comida típica de cada lugar, pequeñas pero deliciosas sorpresas absolutamente personalizadas… Un viaje que no se parece a ningún otro, una vivencia que no tiene precio, una colección de recuerdos que nos acompañará toda la vida.