Historias, historias… Todo el mundo tiene, conoce o se inventa historias… Pero hay pocas como ésta que me dispongo a contaros…
Se desarrolla en Jor Bagh, un barrio pequeño y de “alto nivel” que se encuentra en pleno corazón de Delhi. Su configuración es la misma que la de otros tantos barrios de la ciudad: casas individuales con pequeños jardines o edificios de máximo tres pisos alrededor de parques centrales, algunas tiendas…
Por lo demás no deja de ser un barrio más, al que mis hijos y yo vamos a menudo porque algunos de nuestros amigos franceses viven allí (a cambio de un astronómico precio por el alquiler). Pero lo que hace especial a Jor Bagh no son sus distinguidas casas coloniales ni sus nuevas construcciones a la europea, ni siquiera sus exclusivas tiendas de delicatessen. Lo que lo convierte en un barrio especial es “la curiosa pareja”.
La primera vez que la vi estaba yo en el jardín de la casa de mi amiga Isabelle tomando un café tranquilamente. Hablábamos animadamente cuando de repente escuchamos un ruido justo detrás de los árboles, en la calle.
Miré a través de las hojas y vislumbré una figura pequeña que se movía muy rápido, volví a mirar y ya había desaparecido. Entonces dirigí la vista a Isabelle que me respondió con una sonrisa enigmática y un gesto de ¡acompáñame!
Salimos las dos a la calle… Y, sí, allí estaban, la famosa «pareja de Jor Bagh”: un perro pequeño, negro y bastante sucio que caminaba tranquilamente entre los coches, llevando encima de su lomo… ¡un mono!
El mono, aún máspequeño que el perro, llevaba un plátano en la mano izquierda al que quitaba la piel con la derecha, arrancaba un trocito pequeño ¡y lo introducía en la boca del perro!. Lo hacía despacito, con cuidado, casi vigilando que su amigo lo masticara bien y no perdiera ningún trozo en el trayecto de la mano a la boca. Luego, comprobado que «don perro» estaba masticando, él mismo daba un bocado del mismo tamaño e inmediatamente volvía a cortar otro trocito para su amigo…
La historia de «don perro» y «don mono» es conocida por los residentes de Jor Bagh que ya están acostumbrados desde hace años a verlos pasear siempre uno al lado del otro. Como en toda pareja que convive desde hace muchos años, cada uno tiene un rol establecido y que cumple a la perfección. En este caso, es don perro quien se queda siempre en la puerta de las casas vigilando, o simplemente esperando, mientras que don mono se encarga de entrar normalmente hasta la cocina, abrir el frigorífico o coger algo apetitoso que esté a la vista. Después sale a la puerta, se lo enseña a don perro y se marchan los dos tranquilamente a saborearlo debajo de algún árbol cercano.
Si don perro no está por la labor de comer plátanos todos los días, don mono, que lo entiende perfectamente después de tantos años juntos, vuelve a entrar a la casa a cambiar el “menú” o prueba suerte en la del vecino de al lado, que al ser extranjeros suelen tener huesos o trozos de carne más apetitosos.
Allí son famosos. La gente los conoce y ni se inmutan cuando los ven pasear con ese aire de complicidad que a mi todavía me cuesta creer. Los dejan entrar en las casas sin problema, y aquí debo decir que don mono suele ser muy cuidadoso y no hace ningún tipo de destrozo.
Don perro y don mono no sólo comen juntos, no sólo pasean juntos… también duermen juntos. Se cobijan el uno en el otro, escogiendo posiciones como todos hemos hecho con nuestras parejas para sentirla cerca. Es asombroso presenciarlo, pues lo hacen con ternura, con paciencia, con complicidad. Como una pareja de amantes viejecitos que, aunque hablen poco, conocen por cada pequeño gesto y el significado de los silencios.
A veces, dice la gente que cambian de barrio por unos días o por una corta temporada. Suelen ir a Golf Link, otro barrio de “alto standing” vecino de Jor Bagh.
Me gustan «don perro» y «don mono». Me gusta su historia; me ayuda a no perder la esperanza, a pensar que todo es posible. Que si Don perro y don mono pueden ser amigos y cuidarse, alimentarse y respetarse mutuamente durante años… nosotros, los seres humanos, por mas distintos que seamos, también podemos hacerlo.
Quizás sea que don mono y don perro no saben cual es su karma o no conocen lo que la sociedad espera de ellos. Esto sería básicamente que don mono saltara de árbol en árbol o pasara horas despiojando a sus hermanos, y que don perro corriera detrás de las bicicletas y de los niños que juegan a la pelota mientras mueve el rabo y busca restos de comida en los basurales…
O quizás sí lo saben y simplemente se han rebelado.
O simplemente se conocieron, se gustaron y aprendieron una nueva forma de hacer las cosas juntos…
Sea lo que sea, a mí me gusta pensar que esta historia es India con mayúsculas, un lugar donde todo es posible, a pesar del karma o precisamente por el mismo. Quizás se conocieron en otra vida y están felices de haberse reencontrado en ésta. Quizás fueron amantes sin esperanzas hace muchos años y compensan hoy el tiempo perdido. O quizás son simplemente dos almas solitarias buscando respeto, consuelo, cariño y protección mutuos, que es al fin y al cabo, con karma o sin él, con reencarnación o sin ella, lo que buscamos todos.
A Don Perro y Don mono, con todos mis respetos.
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Sobre la autora: María José Morales y su familia viven en India desde 2009. Suele decir que lleva 20 años aprendiendo y que le encanta hacerlo. En este blog ofrece su particular forma de ver las cosas desde dentro, como mujer, española, trabajadora y madre de 3 hijos deseando y dispuesta a hacer de India su nuevo hogar. Para más información: [Quiénes somos]