En Diwali, todo gira en torno a la luz.
Escrito por: Alberto Piernas
Dicen que nací de muchas formas, pero cuando se trata de India, muchas historias comenzaron con el protagonista del poema hindú Ramayana. El buen amigo Rama partió a la isla de Lanka para salvar a su amada Sita del demonio Ravana pero, claro, para cuando volvió el mundo aún seguía sumido en plena oscuridad. Alguien encendió una diya, esa pequeña lámpara de árcilla, todo se reprodujo, decía Buda que «se pueden encender miles de velas con una sola vela, y la vida de la vela no se acortará». Ahí empezó todo y hasta hoy, esa fecha llamada Diwali en la que todos invocan mi presencia, tratan de atraer la buena suerte.
Viajo por todo el mundo: los faros que te protegen desde costas lejanas, los ojos de ese niño, las luciérnagas de Pune, el amanecer cuyos colores que quedan atrapados en las túnicas de monjes budistas. Pero cuando hablamos de Diwali, pertenezco a India. Salto, sigilosa, de diya en diya, me reflejo en las miradas de quienes buscan respuestas, hago tiritar las hojas de mango que cuelgan de las puertas de las casas, soy juguetona, me manifiesto a través de las grietas de las cosas para prometerles el universo. La terracota de tantas velas es mi amante, de las Shola de Bengala a la Panchapradeep (o cinco velas), todo un ejemplo de buenas intenciones.
A mi alrededor las casas se limpian, se compran juguetes nuevo y todos salen a las calles, los mercados se convierten en mares de saris y flores naranjas. Aquí otra vela, salto al sur de India en forma de bengala, porque así es como me quieren en Chettinad, en Kerala. En Sri Lanka hago tiritar las palmeras, me cuelo en las casas, todos vienen, necesitan buenas noticias.
Pero no quiero limitarme a una fiesta. En Diwali he vencido al demonio, una victoria que pretendo extender por el mundo: llegar a las fronteras en peligro, entre dos amantes que no están seguros, en ese mensaje de WhatsApp que te haga sonreír, cenefas de buenas vibraciones, en los farolillos flotantes que estos días también se expanden por el tailandés Loy Krathong y llegar al Nuevo Año Chino. De tantas formas me entrego al infinito, hablo con el sol, nos repartimos las misiones. Sin embargo, cada año, vuelvo a sospechar que el punto de partida a la luz de todo el año tiene lugar en una humilde casa de India que hoy rezuma por todas sus casas y ventanas, un halo de esperanza.
Happy Diwali (y futuro viaje a India).