Escrito por: Javier Galán
Viajar a Mumbai en busca de antigüedades tiene un nombre: El Chor Bazaar, un mercadillo gigantesco en el que aún se puede encontrar algún tesoro.
Hay ocasiones en las que vas a cierta habitación de tu casa y mientras cierras los ojos piensas en el desastre que has dejado montado. O tú, o tu perro, o tus hijos, o tus sobrinos, o tu pareja… pues uniendo una noche de desenfreno de todos ellos juntos en tu casa, ni a posta serían capaces de organizar el revoltijo que se puede encontrar en un mercadillo de Mumbai.
Concretamente en el Chor Bazaar, un barrio completo que dedica sus calles a agolpar cachivaches, esculturas, tallas, piedras, souvenirs, lámparas, maquinaria, autómatas, motos, trozos de metal, algún puesto de comida por ahí perdido, muebles victorianos, figuras de pésimo plástico, móviles, carteles de películas de Bollywood… seguir enumerando es inútil, pues lo más probable es que en un primer vistazo ya se encuentre algo que ni se imaginaba. Y eso que está en Asia, un mercadillo con tamaño de continente.
Dice quien visitó este bazar en los noventa y hace poco que ya no es igual. Que antaño se encontraban auténticas rarezas en bastantes tiendas; que era posible hacerse con una ganga de pieza de arte colonial con un poco de suerte, saber hacer y regateo. Pero ya sabemos todos que los tiempos ahí fuera han cambiado, y que todo el mundo sabe de la otra parte del mundo. El nivel económico indio ha crecido, con ello la cultura y, menos mal, la capacidad de apreciar el valor de los objetos antiguos.
Por eso actualmente encontrar algo realmente bueno es en el fondo toda una lotería. Ni aun siendo alguien que haya estudiado durante años el arte de la dinastía Chola del siglo XI, por poner un ejemplo, sería capaz de encontrar algo a la primera y sin dudas entre el sinfín de tiendas que se extienden en los márgenes de la calle Mutton.
Para hacerse una idea de lo complicado que puede resultar, se puede tener en cuenta que los objetos que acaban en muchas de las tiendas provienen de embargos. Y esas colecciones reposan junto a trabajadores que están en medio de la calle despiezando automóviles enteros con un martillo. Desde luego, si lo que de verdad se desea es arte antiguo y se está dispuesto a pagar por él, este no es el lugar. No queda otra que acercarse a una tienda de antigüedades reconocida, preguntando por ella a alguien de confianza como tu guía acompañante en India.
Pero ¿la búsqueda no es acaso parte de la satisfacción de encontrar algo único y valioso? Rebuscar antigüedades caminando por calles de barro y arena, regatear cada rupia sin saber nunca si el rango de precios que se maneja te está dejando parecer o tonto o muy tonto, o en realidad sabes más que el vendedor y esa pieza que él considera basura por desconocimiento realmente oculta algo. Mira que sería raro, por otra parte. Desde luego, puede que no salgas de allí con una exquisita pieza de bric-à-brac; o sí. Pero de lo que no hay duda es de que te llevarás contigo un poquito más de conocimiento de cómo funcionan los seres humanos.