Toda gran evolución requiere de alguien, una sola persona, que dé el primer paso.
En 1972, George Corbin, aventurero y operador turístico italiano, fue el autor de ese primer paso hacia el reinado de resorts de Maldivas. Por aquel entonces, un país con muy pocos habitantes (en su mayoría pescadores) que se había independizado Reino Unido hacía poco más de 5 años.
Escrito por: Andrea Amado Laín
Los expertos del PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) pensaban que el archipiélago no podría convertirse en un destino turístico atractivo debido a su falta de infraestructuras (no contaba con aeropuerto, banco ni línea de teléfono entre otras cosas).
Pero poco le importaba aquello al italiano, porque su primera impresión fue la de haber desembarcado en el paraíso.
Playas blanquecinas, vegetación tropical y las vistas de un océano que parece infinito.
Los ojos de cazatalentos turístico de Corbin vieron en Maldivas a una futura estrella.
Tras encontrarse en Colombo con Ahmed Naseem (trabajador de la embajada que, más tarde, se convertiría en ministro de exteriores) por casualidad y hacer una visita a Malé; Corbin acordó con Naseem que volvería a Italia y traería de allí algunos huéspedes.
Un año después, el italiano hizo una segunda visita al archipiélago acompañado de varios milaneses, en su mayoría fotógrafos y periodistas de viajes.
Aquellos primeros turistas se alojaron en tres humildes casas de Malé, siendo atendidos por varios emprendedores del turismo en Maldivas, entre los que se encontraban Mohamed Umar Maniku (entonces funcionario de agricultura y, más tarde, presidente de Universal Enterprises) y Hussain Afeef (actualmente, dueño de varios resorts del país).
Las impresiones de los huéspedes fueron idénticas a las que tuvo Corbin en su primera visita, estaban fascinados. Aquellas islas eran un lugar idílico para nadar, bucear, pescar, pasear por la orilla o, simplemente, tumbarse y tomar el sol.
Tras el éxito de esta primera prueba, Corbin aseguró a Maniku, Naseem y Afeef que traería a más turistas si podían contar con un alojamiento adecuado. Los tres aceptaron con gusto la propuesta.
Fue entonces cuando nació Kurumba.
El nuevo alojamiento se construyó en la isla deshabitada de Vihamanaafushi, donde sólo había una plantación de cocoteros, que dio el nombre de “Kurumba” (“coco” en maldivo) al resort. Los principales motivos de elegir esa isla fueron que era la más cercana a la única pista de aterrizaje del país (localizada en Hulhule y construida por voluntarios) y a la capital, Malé.
Para llegar a Vihamanaafushi, los nuevos turistas tenían que ir en barco desde Hulhule.
Tras un viaje movidito por el oleaje (la isla no contaba aún con embarcadero y tuvieron que vadear hasta la orilla), llegaron al neonato complejo Kurumba Village.
El complejo se inauguró el 3 de octubre de 1972.
En esos inicios, Corbin y Maniku invirtieron su dinero y esfuerzos para mejorarlo. Con su trabajo y el de algunos conocidos y amigos maldivos, Kurumba llegó a tener 30 habitaciones sencillas (con paredes de piedra de coral y madera de cocotero, y tejados de paja de palmera) con baño privado. Además, crearon una cantina y barbacoas en la playa para cocinar.
A pesar de lo rústico que pueda parecer, Kurumba Village fue muy bien recibido y, con unos 60 huéspedes al mes (que, además de Italia, venían de Suiza y Alemania), tuvo que colgar el cartel de “completo” el resto del año. Sin duda, aquello era una buena señal.
Recordando aquellos tiempos, Maniku cuenta:
«No sabíamos nada de turismo. Fueron los turistas los que nos ayudaron a construir la industria aquí. Les escuchamos y les dimos lo que querían. Por suerte para nosotros, querían sencillez en un entorno natural y eso era lo que podíamos ofrecer y todo lo que podíamos permitirnos».
Por supuesto, el crecimiento paulatino de Kurumba no vino por sí solo, requirió de la perseverancia y el esfuerzo de Corbin, Maniku y otros compañeros.
Tuvieron que aprender cómo tratar a los huéspedes extranjeros y cómo hacer todo por ellos mismos. Ser jardineros, cocineros, servicio de limpieza, camareros, botones…
Pero todo ese trabajo fue dando sus frutos poco a poco.
Así fue cómo Kurumba Village pasó de ser un resort llevado por un grupo de amigos, con tan solo 60 huéspedes al mes; a ser el enorme resort que es hoy en día, con una media 14000 huéspedes mensuales y una plantilla de 450 profesionales.
Y en todos esos años de innovar y construir, lo que nunca ha cambiado en Kurumba son las ganas de volver con las que se quedan todos los que se alojan en él.
La llegada y éxito de Kurumba fue lo que animó a la creación de más resorts en Maldivas, siempre siguiendo la norma de un solo resort por isla.
Por cada alojamiento nuevo, la fama de Maldivas iba aumentando y, en tan solo 50 años, pasó de ser una isla de pescadores, casi deshabitada, a ser uno de los destinos vacacionales más populares del mundo.
Pero nada de esto habría ocurrido si aquel pequeño equipo de emprendedores no hubiera creído en un destino tan paradisiaco.
Y a ti, ¿te gustaría ir a Maldivas y alojarte en Kurumba o algún otro resort?