Si buscas viajar a la Perla del Índico y ahondar, aún más, en sus secretos y sorpresas, no te pierdas estos siguientes lugares desconocidos de Sri Lanka.
Escrito por: Alberto Piernas
Secret Beach
El encanto de Secret Beach, en Mirissa. © Divert Living
Mirissa supone un oasis al sur de Sri Lanka donde playas, resorts y restaurantes se fusionan creando un ambiente único pero quizás demasiado masificado en según qué momentos. Si este se convierte en tu caso, nada mejor que partir desde la carretera principal que conecta Mirissa con la más tranquila Weligama y alcanzar Secret Beach. Una playa de aguas turquesa, cocoteros y pocos viajeros cuyo acceso merece aún más la pena que el propio baño final.
Nainativu Nagapooshani Amman Temple
Nainaituv Nagapooshani Amman, una de las grandes joyas culturales del norte de Sri Lanka. © Thousand Wonders
El norte de Sri Lanka es una de las zonas más inexploradas de la isla, en gran parte, por su condición de escenario de la guerra civil que asoló el país durante más de dos décadas. Por suerte, años después del fin de la contienda, la zona de Jaffna comienza a despertar desplegando un manto de naturaleza, cultura y monumentos de lo más singular. Para ejemplo, el Nainativu Nagapooshani Amman, un templo hindú que bebe de las influencias de India del Sur tan presentes en sus gopuram o en sus cientos de colores. Dedicado a la diosa Paravati, el templo atrae a 1000 visitantes diarios y se ubica en el distrito isleño de Theevakam, el lugar más próximo de Sri Lanka a la vecina India.
Seenigama Devalaya
Templo de los pescadores de Seenigama Devalaya, en Hikkaduwa. © Shutterstock
Si te dejas caer por la costa de Hikkaduwa, al suroeste de Sri Lanka, descubrirás un mosaico de experiencias de lo más interesante: desde el curioso Museo del Tsunami hasta diferentes granjas de tortugas, pasando por una serie de monumentos entre los que destaca el pintoresco templo de Seenigama Devalaya. Ubicado en un islote alcanzable en barca, este templo dedicado a Devol, un dios que protege a los pescadores de la zona, podría datar de más de 1000 años, si bien no ha sido confirmado. Un conjunto de halls, estatuas y estructuras rojizas entre las que el sonido del mar se cuela en cada momento, aportando al enclave un misticismo inconfundible.
Kande Vihara
Umbral de entrada al templo Kande Vihara. © Deskgram
Aunque en alguna que otra ocasión ha sido utilizado como reclamo visual en folletos y webs, lo cierto es que Kande Vihara, un templo en la zona playera de Bentota, en la costa suroeste de Sri Lanka, apenas es alcanzado por el viajero de a pie. El motivo no es otro que su ubicación en un tramo concebido por muchos como último en cualquier viaje a Sri Lanka (de Galle a Colombo), especialmente tras haber visitado diferentes monumentos budistas a lo largo del viaje. Sin embargo, el complejo de Kande Vihara es toda una sorpresa para quien busque maravillarse con ese gran Buda añadido en 2007 que custodia este templo del siglo XVIII.
Manglares del río Madu
Puesto de mangos en el río Madu. © Kenath Perera
Similar a la condición de Kande Vihara como atracción apartada de las principales rutas, el río Madu es un santuario natural del que emana un microcosmos particular. Aquí, los locales han aprendido a vivir entre islotes y palafitos donde aún se elabora la canela que acompaña el té mientras aves de todo plumaje y color se deslizan entre un trópico de verde superlativo. De hecho, puede que encuentres camuflados hasta cocodrilos y serpientes de agua durante tu trayecto en barca por uno de lo mejores lugares desconocidos de Sri Lanka.
Ritigala
A 43 kilómetros de una ciudad budista tan famosa como Anuradhapura, el viajero más intrépido encontrará un lugar no menos impresionante. El conocido como monasterio Ritigala fue erigido en el siglo I a.c. y a pesar de su perdida ubicación en los mapas turísticos de la isla, continúa siendo un fascinante conjunto de antiguos jardines, puentes de piedra e instalaciones de baño antaño concebidas como lugares de prácticas rituales. Todo ello, hechizado por diferentes leyendas como la relacionada con la planta sansevi la cual, según los budistas, es capaz de otorgar la inmortalidad.
Yapahuwa
Estatua en Yapahuwa, la Sri Lanka de Marco Polo.
En 1284, durante uno de los viajes de Marco Polo a su vuelta de China, el comerciante vislumbró Sri Lanka a lo lejos quedando prendado desde el primer momento. Anotada en su cuaderno de viaje como «la isla más bonita del mundo», Sri Lanka fue explorada tímidamente por Polo, quien se hizo eco del carácter tosco de los aborígenes, los amplios puertos de especias o la presencia de la ciudad imperial de Yapahuwa, cuyos restos a medio camino del Triángulo Cultural todavía evocan el eco de antiguos reyes obsesionados con gemas preciosas. O al menos, así la describió uno de los grandes viajeros de la historia.
Buduruwagala Temple
Esculturas de Buduruwagala. © Pixabay
Sri Lanka es famosa por algunos de los yacimientos budistas más impresionantes de Asia, entre ellos Anuradhapura o Polonnaruwa. Sin embargo, no todo queda ahí, ya que la influencia religiosa todavía suspira entre rincones insospechados como cierto templo al sur de Ella, en las Highlands de la antigua Ceilán. No lejos de una curiosa cascada, el Buduruwagala Temple se conforma de siete estatuas de Buda talladas en la roca en el siglo X por la escuela de pensamiento Mahayana.
Bosque de Sinharaja
Camaleón en Sinharaja. © Nigel Pavitt
Sri Lanka es una isla de naturaleza en la que perderse entre bosques tropicales y ríos de ensueño. Un paraíso cuyo mejor exponente es el bosque de Sinharaja, considerado como el último gran ejemplo de bosque tropical de la antigua Ceilán. Designado Patrimonio Natural por la Unesco, en Sinharaja se dan cita hasta un 60% de árboles endémicos y semidesconocidos para la ciencia, además de cientos de aves, mariposas, anfibios o mamíferos. Un edén al suroeste de Sri Lanka ideal a enlazar con una jornada en la ciudad colonial de Galle.
Ohiya
Mujer recogiendo hojas de té en Ohiya. © Audleytravel
Convertido en uno de los grandes exportadores de té del mundo, Sri Lanka se abre a unos impresionantes campos de té que, especialmente en su mitad sur, eclosionan en todo su esplendor. Una zona que invita a refugiarse en la vida local del país del té a través de pueblos como Ohiya, en el distrito de Badulla y muy cerca del recomendable Parque Nacional Horton Plains. Un oasis de paz que encuentra en su llegada otro de sus grandes fuertes, ya que la travesía del tren Colombo – Badulla es lo más cerca que estarás de una experiencia digna de cuento exótico.
¿Te gustaría visitar estos lugares desconocidos durante tu viaje a Sri Lanka?
Y a partir del 1 de agosto el visado a Sri Lanka es gratuito!
Ya no tengo excusas para posponer el viaje a Sri Lanka