Vista de la famosa roca de Sigiriya. © Pixabay
Viajar a Sri Lanka supone hacerlo a un verdadero paraíso en la Tierra: playas de cocoteros, ciudades coloniales, reservas naturales o atracciones tan fascinantes como Sigiriya, posiblemente el patrimonio más famoso de la antigua Ceilán y, según los lugareños, una Octava Maravilla del Mundo que aguarda su momento.
Escrito por: Alberto Piernas
Sigiriya: El palacio que (casi) toca el cielo
Recreación del antiguo palacio. © Sociedad Geográfica de las Indias gracias a Southeast Asia Archeology
Esta es la historia de dos hermanos, más concretamente los dos hijos del rey Dhatusena, monarca de la antigua Ceilán durante el siglo V d.C. .
Moggallana era hijo de Dhatusena y la Consorte Real. Sin embargo, Kassapa había nacido de la unión entre el rey y una de sus muchas concubinas. Por supuesto, Moggallana tenía las de ganar a la hora de ascender al trono del reino de Anuradhapura en lugar de Kassapa, quien no quedó muy contento con la noticia.
Fue así como una noche Kassapa asesinó a su padre, coronándose a sí mismo como nuevo rey. Una noticia que obligó a su hermano Moggallana a abandonar la corte y viajar al sur de la isla en busca de hombres y elefantes con los que regresar y derrotar a su hermano. Consciente de este regreso, y a juzgar por las escasas defensas de Anuradhapura, Kassapa comenzó a explorar los alrededores hasta encontrar un curioso lugar a 50 kilómetros de distancia: una roca monolítica de hasta 200 metros de altura que sobresalía por encima de una majestuosa meseta.
Restos del Palacio Inferior de Sigiriya. @ Salt in Our Hair
Fue así como Kassapa dio con el lugar perfecto para construir un nuevo complejo palaciego para el que invirtió las mejores tecnologías de la época. Al tiempo, su idea era pintar de blanco la roca, en honor al mitológico Palacio de Anakamanda, fue descartada en pos de una galería de frescos de mujeres exóticas.
Tras inaugurar el palacio, Kasyapa mantuvo el trono dieciocho años, hasta que el regreso de Moggallana, y tras su derrota le llevó a quitarse la vida con una espada.
Tras el fin de esta era, la roca de Sigiriya volvió a ser ocupada por diferentes monjes budistas para después abandonarlo en el siglo XIV. Durante años, la formación, la cual pasaría a ser conocida como «Roca del León», fue descubierta por el explorador británico Jonathan Forbes y, por ende, el resto del mundo.
Siglos después, Sigiriya no solo continúa siendo uno de los Patrimonios de la Humanidad de Sri Lanka más fascinantes, sino también su atracción más visitada.
Qué ver en Sigiriya
Alcanzar la joya del conocido Triángulo Cultural de Sri Lanka supone hacerlo en una tierra mágica. Ya al entrar, los antiguos fosos que envuelven la roca avisan de la presencia de cocodrilos camuflados entre lotos antes de acceder al museo que precede la entrada occidental. Tras cruzar la pasarela inicial, las diferentes rocas en forma de animales (la Serpiente es un buen ejemplo) caldean un ascenso que regalará más de un suspiro a quienes adolecen de cierto vértigo.
El primer tramo de esta subida recala en una galería de frescos pintados durante el reinado de Kasyapa en el que aparecen diferente concubinas desnudas. A pesar de haber 19 se estima que en su momento existieron hasta 500 diferentes.
Poco después, se accede a la llamada Puerta del León. Un icono que hoy día tan solo conserva las garras del animal de piedra que antaño invitaba a ascender al palacio a través de su fauces y cabeza.
Finalmente, tras un último tramo de escaleras se accede al Palacio Superior, en la cumbre de Sigiriya. Aquí aún lucen las antiguas albercas reales además del propio sillón del rey, entre otros matices englobados por la gran atracción: unas vistas inmejorables del panorama de la selva.
Pidurangala Rock: Mejor con panorámicas
Seguro que muchos de vosotros habéis visto una imagen de Sigiriya desde la lejanía preguntándoos si se trataba de un dron. Sin embargo, esta panorámica pertenece a Pidurangala Rock, promontorio situado a pocos metros de la gran roca y desde la que obtener vistas de infarto de Sigiriya, especialmente al atardecer.
Pagando una entrada al comienzo de la ruta, accederás por diferentes caminos y rocas (especial atención en el último tramo), donde también yacen diferentes frescos budistas pintados por los monjes que vivieron aquí.
El resultado al llegar a la cima es una vista de Sigiriya única. Una que, estremecida por los lejanos cantos de pavos reales y sonidos de la naturaleza evocan la historia de la que, en su momento, fue la piedra angular del poder de la antigua Ceilán.
¿Te gustaría visitar Sigiriya durante tu viaje a Sri Lanka?